Cosmovisión de los meteoritos, ¿de quién son las piedras del cosmos, su historia, función y cómo se regulan? [II]

 En el anterior capítulo explicamos la historia de los meteoritos, y qué son, pero ahora se analizan los riesgos, daños al ser humano e impacto en el medio ambiente, y cómo detectarlos.


Imagen 1. Meteoritos. Imagen extraída de: https://www.nmas.com.mx/ciencia/casi-todos-los-meteoritos-que-caen-en-la-tierra-vienen-de-solo-3-cuerpos-celestes/

Riesgos

Después de conocer sus clasificación, composición e importancia, ¿sabes sus posibles peligros para nosotros en la tierra? Pues bien, en esta situación sus daños varían en escala según el tamaño del objeto. Porque, mientras meteoros pequeños suelen quemarse en la atmósfera sin consecuencias, los objetos de decenas de metros pueden causar explosiones aéreas peligrosas. Y, entrando en materia, abordando  sus tres categorías principales de efectos, lo desglosare en daños locales (a personas y estructuras) impactos ambientales (aire, suelo, agua) y consecuencias globales (cambio climático, extinciones masivas).

Afectaciones a la vida humana (daños locales)

Al entrar en escalas de riesgo, incluso meteoritos relativamente pequeños pueden causar daños significativos si explotan sobre zonas pobladas. Por ejemplo, el bólido de Cheliabinsk (2013)  de apenas 20 m de diámetro estalló a gran altura sobre Rusia. En repercusión, su onda expansiva rompió ventanas hasta a 60 km a la redonda, hiriendo a unas 1,600 personas (principalmente por cortes de vidrios rotos)​. Pese al susto y daños materiales (alrededor de 7,000 edificios afectados) no hubo víctimas mortales​.

 En un caso mayor, el evento de Tunguska (1908) en Siberia fue causado por un asteroide de decenas de metros (algunos estiman de 40–50 m) que explotó en el aire en una altitud de 5 a 10 km, liberando varios megatones de energía. Aunque sucedió sobre una región casi despoblada, su onda arrasó una franja forestal de unas 830 millas cuadradas (2,150 km²) derribando alrededor de 80 millones de árboles​. Debido a la baja densidad humana en la zona no se registraron víctimas humanas (solo se reportaron bajas en el ganado)​.

 Impactos ambientales (contaminación de aire, suelos y agua)

A veces no todo se refleja en consecuencias directas de observar o materiales, porque los  impactos meteoríticos pueden alteran el medio ambiente local y regional, porque la explosión de un meteorito inyecta polvo fino, hollín y gases tóxicos en la atmósfera, como efecto, estos aerosoles pueden producir lluvias ácidas y afectar la calidad del aire durante meses. Estudios sobre Tunguska sugieren que este suceso liberó hasta 30 millones de toneladas de óxidos de nitrógeno (NO), capaces de depletar hasta el 45% del ozono estratosférico en el hemisferio norte​.

 De este modo, un gran impacto no solo nubla el cielo con polvo, sino que introduce químicos (NOx, halógenos, SO₂) que perjudican la capa de ozono y elevan la radiación ultravioleta en la superficie terrestre. Por otra parte, en el suelo, los impactos generan cráteres y esparcen material meteórico que puede alterar la composición química local, como en el impacto de Tunguska, dejó evidencias de árboles carbonizados y abrasiones en la corteza​.  Además, los meteoritos contienen metales pesados (hierro, níquel, etc.) aunque normalmente inertes, su introducción súbita puede contaminar suelos o fuentes de agua cercanas en el área del impacto. Por ende, si un meteorito cae en el agua, desplaza grandes volúmenes para generar tsunamis y mezcla contaminantes con el agua. A grosso modo, estos efectos ambientales locales como polución del aire, cambios químicos en suelos y agua, pueden dañar la flora y fauna circundantes y requieren estudio detallado tras el evento.

Consecuencias globales (cambio climático y extinciones masivas)

Pasando a los más catastrófico, encontramos el de Chicxulub en Yucatán, ocurrido hace 66 millones de años, cuando un asteroide de más de 10 km acabó con los dinosaurios no avíanos y de más del 50 % de la fauna y flora terrestres y oceánicas. En su choque, este arrojó enormes cantidades de polvo y humo a la estratosfera, bloqueando la luz solar durante meses o años. Este “invierno de impacto” provocó un enfriamiento brusco global. Posteriormente, al sedimentarse el polvo, el CO₂ liberado por el impacto (y por erupciones volcánicas posteriores) calentó la Tierra durante decenas de miles de años.  Posteriormente, un estudio basado en fósiles concluyó que las temperaturas subieron unos 5°C y el planeta permaneció inusualmente cálido durante 100,000 años (NASA, 2001). Imagínalo, la energía del impacto fueron 10 000 mil veces el arsenal nuclear mundial.

Estas alteraciones climáticas extremas tuvieron consecuencias biológicas masivas. Como referente, el enfriamiento inicial combinado con lluvias ácidas y daño al ozono (por vapores de sulfuro y nitratos) acabaron con hábitats críticos. El resultado fue una extinción masiva del límite Cretácico-Paleógeno, en la que desaparecieron casi todas las especies grandes del Cretácico (incluidos los dinosaurios no aves)​. En conclusión, un impactador de más de decenas de kilómetros puede desencadenar cambios globales: reducción de la radiación solar (caída de cultivos y caída de la cadena alimentaria), alteración de la química atmosférica (acidificación global) y variaciones térmicas extremas, igualadas solo por episodios de extinción de escala planetaria.

Tamaños

Tamaño del objeto (diámetro)

Riesgos

Ejemplo

Fuente

1 – 10 m        

Bólidos: ruptura de ventanas, heridos por fragmentos de vidrio           

Chelyabinsk (20 m 

Borovička et al. (2013)

10 – 100 m 

Explosiones aéreas (airbursts): daño regional a estructuras y bosques           

Tunguska (40–50 m)      

Boslough & Crawford (2008)

100 m – 1 km

Formación de cráteres grandes, efecto invernadero/"invierno de impacto" regional           

Modelo de 500 m 

Toon et al. (1997)

1km

Extinciones masivas globales: bloqueo solar, cambio climático extremo         

Chicxulub (10 km)          

Schulte et al. (2010)

 ¿Cómo se detectan?

Estando a disposición de cualquier tipo de catástrofe o accidente espacial, la detección de asteroides y meteoritos es un parte importante para la defensa planetaria. Ante los retos supuestos, los astrónomos vigilan el cielo en busca de Objetos Cercanos a la Tierra (NEO, por sus siglas en inglés) para anticipar posibles impactos. Por ejemplo, la NASA reporta que en 2010 ya había identificado el 90% de los asteroides mayores a 1 km, pero que a 2021 solo había descubierto cerca del 40% de los de más de 140 metros​ (de, 2021). Esto demuestra el enorme desafío, donde aún falta catalogar muchos asteroides medianos. Además, de forma simplificada en como lo hacen, basta saber que se usan telescopios especializados que buscan “puntos que se mueven” contra el fondo de estrellas. Cuando se detecta uno, se calcula su órbita para determinar si podría acercarse a la Tierra. Este es un trabajo global en el que participan agencias espaciales, observatorios profesionales y aficionados coordinados, así, el propósito final es alertar con semanas o años de antelación si un objeto pudiera amenazar con caer sobre zonas pobladas (actualmente se estima que un asteroide de ~100 m colisiona con la Tierra cada 10.000 años, aunque el riesgo varía según su trayectoria y tamaño, añadiendo los porcentajes de posibilidad, más los márgenes de error.

De forma compleja, es importante resaltar que los astrónomos usan diversas técnicas complementarias para encontrar asteroides, la primera es con telescopios ópticos en tierra, los cuales observan el firmamento nocturno en diferentes longitudes de onda visibles. Estando en su trabajo, buscan desplazamientos entre imágenes consecutivas, por ejemplo, un asteroide aparece moviéndose frente a las estrellas fijas. Y, entre los telescopios más destacados están Pan-STARRS (Hawái), el Catalina Sky Survey (Arizona) y ATLAS (Red de Alerta Terrestre de Asteroides, con telescopios en Hawái y Chile). Uno de sus resultados, en septiembre de 2024 fue un meteoroide  descubierto horas antes de impactar por Catalina (Arizona) y confirmado por el CNEOS (NASA) y la ESA​ (Zavia, 2024).  Sin embargo, como observa la NASA, “estos telescopios solo pueden buscar NEOs en el cielo nocturno”​ Por ende, en la práctica esto implica que no se detectan asteroides que vienen desde la dirección del Sol o durante el día. El conjunto de observatorios terrestres opera cada noche para catalogar nuevos objetos y medir su forma, tamaño y trayectoria​ (de, 2021).

La segunda técnica es por radar planetario, el cual se basa en emitir señales de radio de alta potencia hacia un asteroide conocido para estudiar su distancia, velocidad y forma. Aunque no suele usarse para descubrimiento inicial (se necesita conocer la órbita antes), el radar (por ejemplo, el radiotelescopio Goldstone de la NASA) permite caracterizar con detalle NEOs cercanos recién detectados. Con esta técnica se han obtenido mapas de rocas cercanas, se determinan rotaciones y se afinan órbitas, lo que mejora las predicciones de impacto. El radar es especialmente útil cuando un asteroide ya ha sido descubierto ópticamente y pasa relativamente cerca de la Tierra.

La tercer técnica es con telescopios infrarrojos. Su metodología consiste, en que en el espacio hay misiones dedicadas.  Entonces, los asteroides emiten radiación térmica infrarroja proporcional a su tamaño, aun cuando sean oscuros. Por ello, telescopios espaciales infrarrojos pueden hallar rocas que los ópticos no ven.  Uno de estos trabajos se desarrolló en la misión NEOWISE (reutilizando el telescopio WISE) quien detectó decenas de miles de asteroides por su calor. Como dato, en el futuro próximo, el proyecto NEO Surveyor de la NASA («cazador de NEOs») usará un telescopio infrarrojo de 50 cm en órbita para escanear el cielo diurno y nocturno (Garay, 2023) (de, 2021)​. Además, NEO Surveyor apuntará precisamente a las regiones cercanas al Sol, donde los sistemas ópticos tradicionales no pueden observar, acelerando así el hallazgo de asteroides peligrosos antes de que lleguen (de, 2021)​. Asimismo, el telescopio James Webb (JWST), también infrarrojo, ha demostrado ser muy sensible, donde estudios recientes indican que JWST detectó 138 nuevos asteroides pequeños (de decenas de metros) en el cinturón de asteroides​ (Ravenswaay, 2024).

La cuarta y última técnica va de la mano del avance de la tecnología, con la nueva herramienta de la inteligencia artificial a mano de los softwares, dando la gran cantidad de manejar datos astronómicos, donde se usan algoritmos y aprendizaje automático para filtrar posibles asteroides. Por ejemplo, HelioLinc3D (desarrollado por la Universidad de Washington) es una inteligencia artificial capaz de identificar trayectorias de asteroides. En 2023 su uso permitió descubrir el asteroide 2022 SF289 (182 m) al analizar grandes conjuntos de imágenes y prediciendo su acercamiento peligroso​ (María González, 2023). Este tipo de sistemas automatizados agiliza el análisis masivo de datos (por ejemplo, de Pan-STARRS o futuros observatorios como el telescopio Vera Rubin/LSST), alertando sobre candidatos a NEOs que requieren seguimiento.

¿Y, los qué no se detectan?

Si bien les presente las técnicas especializadas para la identificación de estos cuerpos celestes, muchos meteoritos entran en la atmósfera sin aviso previo. Las razones principales se pueden deber a su tamaño pequeño u oscuro. En este espectro, meteoritos de pocos metros apenas reflejan luz suficiente o emiten señal térmica débil, lo cual suelen detectarse solo cuando ya están muy cerca o en el momento de entrada (como fue el caso de Chelyabinsk, 2013). Además, en 2024 se informó que solo en nueve ocasiones la humanidad había detectado un meteoroide antes de su impacto​ (Zavia, 2024). Evidencia de lo difícil que es detectarlos a tiempo.

Por un lado, otro factor es la dirección respecto al Sol, porque muchos telescopios ópticos terrestres no pueden vigilar la región cercana al Sol. En consecuencia, cualquier asteroide que se aproxime por la mañana o tarde (cielo diurno) puede pasar desapercibido hasta que entra en la atmósfera.  Como solución, las misiones infrarrojas como NEO Surveyor apuntarán a cubrir esas zonas desatendidas​ (de, 2021). Por otro, la cobertura limitada, que a pesar de los esfuerzos, no todos los asteroides medianos (10–100 m) están catalogados. La misma NASA indica que, tras descubrir el 90% de los NEOs >1.000 m para 2010, la directiva legal es hallar el 90% de los >140 m​ (de, 2021). Sin embargo, hasta el momento solo se ha identificado aproximadamente el 40% de esos últimos, por lo que muchos objetos potencialmente peligrosos siguen sin ser detectados​. Debido a eso,  un meteorito de tamaño intermedio puede no aparecer en ningún listado conocido hasta que su luz o calor lo revele in extremis.

El último factor causante complicaciones es la limitaciones técnicas y observacional. Aquí la meteorología, obstáculos terrestres (nubes, contaminación lumínica), o simplemente la falta de telescopios apuntando en el momento preciso también afectan. Aunque las redes de observación (optical surveys, IAWN, Sentry) actúan continuamente, seguir el cielo completo en todo momento es imposible. Solo la detección temprana de un objeto puede permitir preparativos como evacuaciones o deflexión, por eso mejorar estas redes y tecnologías es una prioridad.


Imagen 2. James Webb telescopio. Crédito: 
Laboratorio de medios de la ESA/ATG.

 Programas nacionales de detección y menciones especiales

Uno de los principales países pilares de la detección de meteoritos es Estados Unidos, quien lidera los programas de defensa planetaria. Como fundamento, la NASA (a través del Jet Propulsion Laboratory) coordina el Programa de Observaciones de Objetos Cercanos a la Tierra (NEO Observations Program), que integra observatorios terrestres y espaciales. Gracias a esto, EE. UU. descubrió el 90% de los asteroides de más de 1 km antes de 2010​. Además, con los telescopios ópticos más potentes (Catalina, Pan-STARRS, ATLAS) operan desde territorio estadounidense o aliado, y el Centro de Estudios de NEOs (CNEOS) de la NASA calcula órbitas y riesgos. EE. UU. también impulsa nuevas misiones. Una de ellas se espera lanzar en 2026 con el telescopio infrarrojo NEO Surveyor​. Adicionalmente, Estados Unidos aplica recursos militares, científicos y tecnológicos (incluyendo radares como Goldstone o el programado por la Fuerza Espacial) para monitorear los asteroides con mayor detalle.

En el caso de México, tiene participación en redes internacionales de asteroides, por ejemplo, en 2024 integrantes de la Sociedad Astronómica de Tamaulipas analizaron datos del telescopio Pan-STARRS (Hawái) mediante software especializado, logrando descubrir cinco asteroides que antes habían pasado desapercibidos (Álvarez, 2024). Además, existe un sistema nacional específico para la detección y estudio de meteoros ya dentro de la atmósfera, conocida como la Red Mexicana de Meteoros (RMM), impulsada por el Instituto de Geofísica de la UNAM. Como diferenciador, esta red no busca asteroides antes del impacto en el espacio profundo, sino que monitorea y analiza los bólidos y meteoritos que ingresan a la atmósfera terrestre. A través de estaciones de video vigilancia astronómica distribuidas en el país (equipadas con cámaras especiales de cielo completo), la RMM capta. L. (2025). No obstante, México aún no dispone de una constelación de observatorios propios dedicados a NEO.

Haciendo alusión a Colombia, este país impulsa campañas educativas como "Colombia Busca Asteroides", donde estudiantes analizan imágenes recientes para identificar objetos no catalogados. Estas campañas, en colaboración con el International Astronomical Search Collaboration (IASC), permiten que la ciencia ciudadana colombiana aporte a la detección temprana de nuevos asteroides (OAE-Colombia, 2024). Y, aunque Colombia no tiene aún un observatorio dedicado a NEOs al igual que México, la participación educativa fortalece su integración en redes internacionales (Colombia Busca Asteroides 2025 – I – AstroCO, 2025).

Ahora refiriéndonos a Chile, ellos poseen algunos de los observatorios astronómicos más avanzados (como los de ESO en Atacama) y participa indirectamente en la detección de NEOs. Un caso reciente muestra su aporte concreto: el 27 de diciembre de 2024 el asteroide 2024 YR4 (de 40–90 m) fue detectado en Chile por el Observatorio El Sauce (parte de la red ATLAS en Río Hurtado)​. Debido a ello, la ESA y la NASA activaron sus protocolos (IAWN y SMPAG) para seguir el objeto y actualizar su trayectoria​, Y, aunque Chile aún no tiene una agencia espacial con un programa propio de defensa planetaria, sus cielos despejados y telescopios colaboran: por ejemplo, el Observatorio Cerro Tololo alberga parte de ATLAS, y astrónomos chilenos alertan y reportan datos a redes internacionales. Este apoyo complementa la cobertura mundial (Ramos, 2025).

Conforme a España, este país participa activamente en la detección y seguimiento de asteroides mediante varias iniciativas. Una de ellas está en El Centro de Observación y Seguimiento de Objetos Espaciales (CNEOS en Europa), gestionado por el INTA, quien ayuda a detectar asteroides, calcular órbitas y evaluar riesgos de impacto. También, la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos (SPMN), coordinada por el Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC-IEEC), utiliza cámaras automáticas repartidas por toda la península para captar bólidos brillantes y recuperar meteoritos. Gracias a la SPMN se han estudiado eventos recientes como el meteorito de Villalbeto de la Peña (2004) y el bólido de Granada (2016) (Trigo-Rodríguez et al., 2020). Además, España colabora a nivel internacional con la Agencia Espacial Europea (ESA), particularmente en proyectos como NEO-MAPP (Near-Earth Object Modelling and Payloads for Protection), donde participa en el modelado de impactos y técnicas de desviación.

Como mención especial, la UE participa principalmente a través de la ESA y su Space Safety Programme, que financia misiones de vigilancia de NEOs como Hera. Asimismo, el Reglamento (UE) 2019/2144 sobre gestión de desechos espaciales aporta un marco indirecto para coordinar la mitigación de objetos cercanos a la Tierra dentro de las actividades de seguridad espacial.

¿Vale la pena invertir en telescopios o proyectos espaciales para mitigar los riesgos?

La inversión en misiones de detección y caracterización de NEOs es, en última instancia, una manifestación práctica del principio de precaución reconocido en el derecho internacional ambiental, pues supone adoptar medidas de protección conforme a sus capacidades frente a amenazas de gran magnitud aun cuando la certeza científica no sea absoluta (Declaración de Río, 1992, principio 15) . Este compromiso cooperativo y de asistencia mutua encuentra su fundamento en el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre (1967), en su apartado c “Principios relativos a la teleobservación de la Tierra desde el espacio” (principio X) y en el artículo XI de la mencionada ley, que obligan a los Estados a prevenir la contaminación nociva del espacio y a notificar actividades que puedan representar peligro para otros países En sumatoria, el desarrollo de telescopios como el NEO Surveyor, con un presupuesto de 1 200 millones de dólares en desarrollo y 100 millones adicionales para acelerar su lanzamiento, no es únicamente un proyecto científico, sino una política de seguridad planetaria, que, como abordamos en el apartado de Riesgos, tiene daños complejos, pero ya analizados por medio de modelos predictivos o eventos registrados del pasados .(NASA’s NEO Surveyor Successfully Passes Key Milestone – Near-Earth Object Surveyor, 2022)

 A continuación,  para entender el costo beneficio, se debe velar por su potencial al superar con creces los costos. Por ejemplo, volvamos a traer a la mesa al bólido de Chelyabinsk, que en febrero de 2013 , un meteoro de apenas 20 metros de diámetro, ocasionó más de 1 400 heridos y daños valuados en decenas de millones de dólares en edificaciones e infraestructuras públicas y privadas  (Liliia Alaieva, 2022). Frente a ello, el costo unitario de detectar y catalogar el 90 % de los objetos de ≥140 metros (capaces de destruir una ciudad) mediante NEO Surveyor equivale a una fracción mínima de las pérdidas materiales y humanas que podría prevenir (Asteroid-Hunting Telescope Clears NASA Review, but Two-Year Delay Hikes Cost, 2022).

Imagen 3. La Nebulosa de la Burbuja, también conocida como NGC 7635, es una nebulosa de emisión ubicada a 8000 años luz de distancia. Esta impresionante nueva imagen fue observada por el Telescopio Espacial Hubble de la NASA/ESA para celebrar su 26.º aniversario en el espacio. Crédito: Equipo de la NASA, la ESA y el Hubble Heritage

Así mismo, el mercado espacial global se encuentra en plena expansión. Con mencionar que en 2021 alcanzó los 388 500 millones de dólares y se proyecta que crezca hasta 642 000 millones en 2030, con una tasa anual compuesta (CAGR) de aproximadamente 6,3 % (OCDE, 2022) . Dentro de esta economía, la defensa planetaria ocupa un segmento cada vez más relevante, tanto por el aumento de actores privados (“New Space”) como por el rol central que están asumiendo gobiernos y organismos multilaterales.

En el plano institucional, la Planetary Defense Coordination Office (PDCO) de la NASA, establecida en enero de 2016 tras el mandato del NASA Authorization Act de 2005, agrupa todas las actividades de catalogación, seguimiento y alerta temprana de NEOs. Además de coordinarse con telescopios y satélites, la PDCO colabora estrechamente con la FEMA y otras agencias nacionales para diseñar protocolos de evacuación y mitigación en caso de amenaza inminente (Near-Earth Object Surveyor, 2025). De este modo, cada dólar invertido en detección y preparación reduce exponencialmente el costo humano y económico de un posible impacto (Tomaswick, 2022).

Así mismo la Red Spaceguard europea, operada por la ESA, integra telescopios terrestres que comparten datos con la PDCO, reforzando la catalogación y caracterización de asteroides potencialmente peligrosos. Por último, iniciativas cooperativas como el programa NEO Surveyor (NASA–JPL) y la misión Hera (ESA–UE), con un presupuesto conjunto de aprox. 330 millones de euros, muestran cómo la ciencia y la diplomacia espacial convergen para fortalecer la resiliencia planetaria mediante tecnologías de detección y modelado de trayectoria . Estas infraestructuras cumplen un mandato internacional de prevención y constituyen una inversión estratégica con retornos medibles en vidas humanas, protección de infraestructuras y fortalecimiento de la seguridad global.

 Conclusión

En esta aventura, aún nos queda un poco, pero os animo a que me acompañéis a cerrarla dentro de un mes.

Artículo editado por Ana María Morón Usero, creadora de Ammu Neuroscience and Biology.

Podéis consultar más conceptos y palabras en el glosario de astronomía.

Más sobre la autor:

Víctor Pantoja Aguilar es Divulgador científico por parte del Instituto Mexicano de Flora Sustentabilidad Social A.C y el Comité Nacional de Capacitación Ambiental, además, es Licenciado en derecho en la Uvm.  Así mismo, se inclina en sus áreas de divulgación por el derecho espacial, la astronomía y continuamente se forma en cursos, conferencias o libros para estar actualizado. Para finalizar, es activista en contra de las pseudo-ciencias.

Ha colaborado con el proyecto de Ammu Neuroscience and Biology, proyecto que intenta acercar la ciencia a la gente. Os animamos a leer otros post, donde aprenderéis mucho sobre la ciencia, tenéis más artículos escritos por Ammu y el resto de colaboradores.

Que la ciencia y la fuerza os acompañe.

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