Hallazgos principales y aportaciones de Mary a la paleontología:
Ictiosauros
Dibujo de un artículo de 1814 de Everard Home para la
Royal Society mostrando el cráneo de un ictiosauro encontrado por los Anning.
El primer descubrimiento importante de Mary Anning tuvo lugar poco después
de la muerte de su padre cuando tenía sólo doce años. En 1810 (algunas fuentes
citan 1811 o 1809) su hermano Joseph encontró lo que él creía como un cráneo de
un cocodrilo, pero el resto del animal no se sabía donde se hallaba. Aunque
Joseph cada vez disponía de menos tiempo debido a su aprendizaje como tapicero,
Mary siguió buscando y un año más tarde una tormenta provocó un corrimiento de
tierras en el acantilado y puso a la vista parte del resto del esqueleto. La
larga criatura de 5,2 metros sólo pudo extraerse con la ayuda de los canteros
locales. Otros restos de ictiosauros habían sido descubiertos en años anteriores
en Lyme y otros lugares, pero el espécimen encontrado por los Anning fue el
primero en llamar la atención de los círculos científicos de Londres. Fue
adquirido por £27 en 1812 por el lord de una mansión local quien lo dio a William Bullock para que lo mostrara públicamente en Londres. Allí causó sensación e hizo que se preguntaran los círculos científicos e
incluso religiosos acerca de lo que la nueva ciencia de la geología estaba
revelando sobre la vida antigua y la historia de la tierra. Esta notoriedad aumentó cuando Everard Home escribió una serie de seis artículos, empezando en 1814,
describiéndolo para la Royal Society. Home estaba fascinado por la criatura y siguió dándole vueltas acerca de
su clasificación, primero pensaba que era un tipo de pez, luego creyó que
tendría algún tipo de afinidad con el ornitorrinco (recientemente descubierto por la ciencia); finalmente en 1819 razonó
que sería una forma intermedia entre salamandra y lagartijas, lo que le llevó proponer que se llamara Proteo-Sauro.3738 Los artículos de Home nunca mencionaron quien descubrió el fósil y en el
primero de ellos erróneamente atribuía la esmerada limpieza y preparación del
fósil que Anning había llevado a cabo a la plantilla del museo Bullock. Allí,
Charles Konig, en aquel entonces ayudante del curador del British Museum, ya había sugerido el nombre de ictiosauro (pez lagartija) para el
espécimen y ese es el nombre que prevaleció. Konig compró el esqueleto fósil
para el Museo en 1819.
Diagrama de la anatomía del esqueleto de un ictiosauro
de un artículo de 1824 de Conybeare.
Anning encontró varios ictiosauros más durante el período de 1815–1819,
incluyendo esqueletos casi completos variando en tamaño desde una trucha
pequeña a una ballena. En 1821 William Conybeare y el viejo amigo de Anning
Henry de la Beche, ambos miembros de la Geological Society of London, colaboraron en un artículo que analizaba en detalle los especímenes encontrados
por Anning y otros. Concluyeron que los ictiosauros eran un reptil marino no
conocido anteriormente y basándose en las diferencias estructurales de los
dientes concluyeron que habría hasta tres especies diferentes.
Plesiosauros
Dibujo de un plesiosauro casi completo encontrado por
Anning en 1823.
Su siguiente hallazgo importante fue un esqueleto de un nuevo tipo de
reptil marino en el invierno de 1820–1821, el primero de este tipo en ser
encontrado. William Conybeare lo denominó Plesiosaurus (casi lagarto) porque pensó que se parecía más a los reptiles
modernos que el ictiosauro y lo describió en el mismo artículo de 1821 en
coautoría con Henry de la Beche sobre la anatomía del ictiosauro. El artículo
agradecía al hombre que trajo el esqueleto de Anning para que Conybeare pudiera
examinarlo, pero no menciona a la mujer que lo descubrió y preparó.
El fósil fue posteriormente descrito como Plesiosaurus
dolichodeirus y es el espécimen
tipo (holotipo) de la especie, que a su vez es la especie tipo del género. En 1823 encontró un segundo plesiosauro incluso más completo (en el
primero falta el cráneo). Cuando Conybeare presentó su análisis de la anatomía
del plesiosauro en un encuentro de la Geological Society en 1824, de nuevo evitó mencionar el nombre de Mary Anning, a pesar
de que ella había recolectado ambos esqueletos y había realizado el esbozo del
segundo esqueleto que él empleó en su presentación. Dicha presentación fue
realizada en la misma reunión en la que William Buckland describió el
dinosaurio Megalosaurus y la combinación causó furor en los círculos científicos.
Fósil de Plesiosaurus
macrocephalus encontrado por Mary Anning en 1830, Museo de Historia Natural (Londres).
El mismo ejemplar según un dibujo
de William Buckland.
La presentación de Conybeare causó la resolución de la controversia acerca
de la originalidad de uno de los fósiles. El cuello extremadamente largo del
plesiosauro con un total sin precedentes de 35 vértebras había levantado
sospechas al eminente anatomista francés Georges
Cuvier cuando estudió los dibujos de Anning del segundo
esqueleto y escribió a Conybeare sugiriéndole la posibilidad de que el hallazgo
fuera una falsificación hecha por la combinación de los huesos fósiles de
diferentes tipos de animales. El fraude estaba lejos de ser desconocido entre
los primeros coleccionistas de fósiles del siglo XIX, y si la controversia no se
hubiera resuelto con prontitud la acusación podría haber dañado seriamente la
capacidad de Anning de vender fósiles a otros geólogos. La acusación de Cuvier
se había traducido en una reunión especial de la Geological Society a
principios de 1824, que después de algún debate concluyó que el esqueleto era
legítimo. Cuvier luego admitió que había actuado con precipitación y que estaba
equivocado.
Anning descubrió otro importante y casi completo esqueleto de plesiosauro
en 1830. Fue llamado Plesiosaurus macrocephalus por William
Buckland y descrito en un documento de 1840 por Richard Owen. Una vez más Owen mencionó al acaudalado caballero que había comprado el fósil
y lo dispuso para su examen, pero no a la mujer que lo había descubierto.
Peces fósiles y pterosaurio
Anning encontró
un espécimen incomparable de Dapedium politum, un pez de aletas
radiales descrito en 1828. En diciembre de ese mismo año descubrió un fósil
importante, parte del esqueleto de un pterosaurio. En 1829 William
Buckland lo describió como Pterodactylus macronyx (más tarde
llamado Dimorphodon macronyx por Richard
Owen), y, a diferencia de muchas otras ocasiones, Buckland confirió a Anning el
título del hallazgo en su artículo. Era el primer esqueleto de pterosaurio
encontrado fuera de Alemania, y causó sensación cuando se mostró en el Museo Británico. En diciembre de
1829 encontró un pez fósil, llamado Squaloraja, que atrajo la
atención porque tenía características intermedias entre los tiburones y las rayas.
Invertebrados y restos fósiles
Los fósiles de vertebrados que Anning encontró marcaron un hito en la
historia, pero ella siguió buscando durante el resto de su vida y realizó
numerosas otras contribuciones a la paleontología temprana. En 1826 descubrió
lo que parecía ser una cámara que contenía la tinta seca de un fósil de belemnites. Ella se lo mostró a su amiga Elizabeth Philpot que fue capaz de revivir la tinta y usarla para ilustrar algunos de
sus ictiosauros, y otros artistas locales no tardaron en hacerlo también cuando
encontraban tales compartimentos de tinta en más fósiles. Anning señaló cuán
estrechamente las cámaras de tinta fosilizadas se parecían a los sacos de tinta
de los calamares y sepias modernas,
que había diseccionado para entender mejor la anatomía de los fósiles cefalópodos, y rápidamente esto llevó a su amigo el geólogo William Buckland a
publicar la conclusión de que los belemnites del Jurásico empleaban su tinta
para la defensa al igual que muchos cefalópodos modernos.45 También fue Anning quien se percató de que fósiles de forma extraña
entonces conocido como «piedras bezoar» se encontraban a veces en la región
abdominal de los esqueletos de ictiosauro. También señaló que si tales piedras
se rompían, en su interior a menudo contenían huesos fosilizados de peces y
escamas, y a veces huesos de pequeños ictiosauros. Anning sospechaba que esas
piedras eran heces fosilizadas ya en 1824, y en 1829 William Buckland publicó
tal conclusión y los nombró coprolitos. En contraste con los hallazgos de
esqueletos de plesiosauro unos años antes, en los cuales no fue mencionado su
nombre, cuando Buckland presentó sus conclusiones sobre los coprolitos en la
Sociedad Geológica mencionó el nombre de Anning y alabó su habilidad e ingenio
para ayudar a resolver el misterio.
Impacto y legado
Considerados en conjunto, los hallazgos de Mary Anning se convirtieron en
piezas clave para demostrar el fenómeno de la extinción. Georges Cuvier había tratado la realidad de la extinción a finales de la
década de 1790 sobre la base de su análisis de fósiles de mamíferos como mamuts. Sin embargo,
hasta principios de la década de 1820, muchos científicos creían que los
animales no se extinguieron en parte porque creían que la extinción supondría
que la creación de Dios habría resultado ser imperfecta, cualquier rareza
encontrada era explicada como perteneciente a animales que todavía vivirían en
algún lugar de una región inexplorada de la Tierra. La extraña naturaleza de
los fósiles encontrados por Anning, algunos, como el plesiosauro, tan diferente a cualquier criatura viviente conocida, supuso un punto
importante en contra de esta idea.
El geólogo Henry de la Beche pintó la influyente acuarela Duria Antiquior en 1830 en base principalmente a los fósiles encontrados por Anning.
Los ictiosauros, plesiosauros y pterosaurios que ella encontró, junto con los primeros fósiles de dinosaurio descubiertos por Gideon
Mantell y William Buckland durante el mismo periodo,
evidenciaron que en eras anteriores la Tierra estaba habitada por criaturas muy
distintas a las actuales y supusieron bastante apoyo a la idea bastante
controvertida de Cuvier de que había existido en el pasado una «edad de reptiles» donde fueron la forma dominante de vida animal. Estos descubrimientos
también jugaron un papel clave en el desarrollo en la década de 1820 de una
nueva disciplina de análisis geohistórico dentro de la geología que trataba de
entender la historia de la tierra mediante el uso de las pruebas fósiles para
reconstruir organismos extintos y los ambientes en los que vivieron, disciplina
que finalmente llegó a ser llamada paleontología. Las ilustraciones de escenas del tiempo profundo, como la impactante acuarela de Henry de la Beche Duria Antiquior,
ayudaron a convencer a la gente de que era posible reconstruir y comprender la
vida en el pasado distante. De la Beche se inspiró para crear la célebre escena
en la viva descripción de la cadena
alimenticia del Jurásico inferior descrita por William Buckland basándose en el análisis de coprolitos. El estudio de los coprolitos,
cuyos pioneros fueron Buckland y Anning, probaría ser una útil herramienta para
entender los ecosistemas antiguos.
Tras su muerte, la inusual vida de Anning continuó llamando la atención. Es
conocido que se asocia a Mary Anning con el antiguo trabalenguas, She sells sea shells on the sea shore (trad. literal:
«Ella vende conchas en la orilla del mar»). Fue compuesto en 1908,
más de medio siglo después de su muerte, por Terry Sullivan, inspirado en la
historia de su vida. El texto original era:
La vida de Anning inspiró a varios escritores a lo largo del siglo XX,
comenzando por The Heroine of Lyme Regis: The Story of Mary Anning the
Celebrated Geologist (1925). La mayoría de este material fue pensado
como literatura infantil, y tendía a centrarse en su niñez y carrera temprana,
dejando de lado sus logros posteriores. La mayoría estaba muy ficcionalizada y
no siempre era históricamente correcta. Anning apareció como personaje en
varias novelas históricas,de las cuales quizás la más conocida sea La mujer del teniente francés (1969) de John Fowles, que se adaptó en una película en 1981. Fowles observó críticamente que
ningún científico inglés había dado nombre a una especie en honor a Anning a lo
largo de su vida. Como uno de sus biógrafos ha señalado, esto contrasta con el
hecho de que algunos de los caballeros geólogos prominentes que habían
utilizado sus hallazgos, como Buckland y Roderick
Murchison, terminaron con múltiples especies fósiles con su
nombre. Sin embargo, en la década de 1840, el experto en peces fósiles Louis Agassiz nombró dos especies de pez fósil, Acrodus anningiae y Belenostomus
anningiae, en su honor, y otro en honor de su amiga Elizabeth Philpot. Agassiz estaba agradecido por la ayuda que las dos mujeres le habían
brindado en el examen y la comprensión de especímenes fósiles de peces durante
su visita en 1834 a Lyme Regis.
En 1999, en el 200.º aniversario de su nacimiento, tuvo lugar en Lyme Regis
un encuentro internacional de historiadores, paleontólogos, coleccionistas de
fósiles e interesados en la vida de Mary Anning. En 2005, se añadió el
personaje de Mary Anning en el Museo de Historia Natural de Londres a los demás de una serie de personajes notables de su galería
interactiva.53 Se encuentra junto a otros destacados naturalistas como Carlos Linneo, Dorothea Bate y William Smith.54 En 2009, Tracy Chevalier escribió una novela histórica titulada Las huellas de la vida (título original en inglés Remarkable Creatures), que
narra la vida de Anning y sus descubrimientos, así como los de Elizabeth Philpot.5556
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Enlace
de interés:
https://artsandculture.google.com/story/PgXB8g-VfbBAJA?hl=es-419
Gracias por leer, que la ciencia y la fuerza os acompañe hasta el mes que viene.
Ammu
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