Las historias o cuentos siempre comienzan con un erase una vez o con un había una vez. Quizás esta historia debería comenzar con un... había una vez...
Érase una vez, en una ciudad
grande, ruidosa y viva que aceptaba a todos los que querían unirse a ella, esa
ciudad estaba en el centro del país, y la nombraron capital hace mucho tiempo.
Si hablo de Madrid, capital de España.
En aquella ciudad, tan grande y
cercana había muchos pueblos cerca, y en uno, bueno más bien, en dos de ellos
vivían nuestras protagonistas.
La primera vivía en Alcobendas,
una localidad cercana a Madrid, su casa era pequeña y estaba cerca de la plaza
de la iglesia, al lado del famoso Simago (un supermercado que luego ha tenido
nombres de otras cadenas, pero para los de Alcobendas de toda la vida se le
sigue llamando Simago). Pues bajando unas tres calles desde dicha plaza, allí estaba
la casa de esta chica, una de nuestras protagonistas, ella es María.
María venía de una familia
pequeña donde su padre trabajó de diversos oficios el hombre. Primero, trabajo
de camarero; después, camionero; y al final, había acabado en el aeropuerto
escalando puestos hasta la sala de mandos.
Su madre era ama de casa y la
ayudaba como podía en sus tareas, ya que había estudiado justo hasta terminar
el colegio. Había trabajado desde los 18 años, hasta que se casó limpiando
casas y escaleras.
María, nuestra primera bioloca
era una niña sencilla que estudiaba mucho, y siempre la encantaron los
animales, aunque a su madre no. Cuando cumplió la edad para ir al colegio,
María fue como todos los niños de su barrio, pero su timidez la hacía no relacionarse
mucho con los demás. Nadie sabía por qué era así, tan callada, y ella no sabía
por qué los demás no se acercaban.
Tras un primer año duro y
bastante sola, hasta que al comienzo de su segundo año en la escuela conoció un
día en un parque a Ana, nuestra segunda protagonista. Ana, era una niña abierta
que hablaba, como después diría ella cuando fuera más mayor hasta con las
farolas, para explicar que hablaba con todos sin problema. Ana conoció a María
en Alcobendas, en un parque jugando, aunque no era de allí. Ana, vivía en un
pueblo que, literalmente, estaba cruzando una calle. Si, Alcobendas tiene un
pueblo pegado al suyo por unas cuantas calles compartidas. Ese pueblo, se llama
San Sebastián de los Reyes, y de allí es Ana, nuestra segunda bióloga, un
pueblo pequeño, cercano a Madrid, donde se encuentra una casa, dos calles más
arriba de la Avenida de España (una de las muchas calles que dividen a estos
dos pueblos, y de las más grandes) antes lo hacía el río, pero eso era hace ya
mucho tiempo. Ana vivía en una casa pequeña, tenía un cuarto para ella sola,
aunque tenía una hermana mayor con la que jugar y compartir juguetes. Sin
embargo, las obligaciones de deberes y que haceres se dieron menos los juegos
entre ellas, por ello, Ana se aprendió a relacionar con todo el mundo. Aun así
y con sus quejas Ana tenía alguien con quien jugar, cosa que María no, al ser
hija única.
Cuando se conocieron en el parque, el Abuelo de Ana, se hizo también amigo de la madre de María. El inicio de una gran amistad, entre dos niñas y dos familias. Fue tan tonto, el inicio de algo tan bello y que perduró tanto, que el inicio de él, fue la siguiente frase: ¿Puedo jugar contigo?
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